La política energética europea ha sufrido importantes transformaciones durante el mandato 2019-2024 para fomentar una economía más sostenible y resiliente, destacando el Pacto Verde Europeo y el plan RepowerEU para reducir la dependencia energética de Rusia y proteger la economía frente a los altos precios energéticos.
La dependencia energética europea ha puesto de manifiesto que el Pacto Verde es una prioridad geopolítica y de competitividad. El vínculo directo de la energía con la geopolítica parece cada vez más evidente. La respuesta de la crisis derivada de la utilización de la energía como arma por Rusia ha demostrado que no hay contradicción para la UE entre proseguir la descarbonización del sistema energético por un lado, y por otro, alcanzar en el futuro precios más asequibles y una mayor seguridad energética.
La energía es una cartera clave en cualquier mandato de la Comisión Europea al ser crítica para la competitividad y la política industrial, además de su fuerte carácter geopolítico. Su centralidad dependerá de una visión clara que la vincule con esas otras políticas y conciba su relación con ellas como mutuamente reforzadora.
En el próximo mandato otras prioridades serán clave:
1.
La gestión de un presupuesto menor/financiación de necesidades europeas
2.
El apoyo a Ucrania
3.
La próxima ampliación
La descarbonización del sector energético representa una oportunidad única para Europa, tanto para la seguridad de su suministro energético como para cerrar su brecha de competitividad con otras regiones del mundo. El principal desafío que marcará el mandato 2024-2029 será cómo seguir avanzando en la agenda de descarbonización con el horizonte 2030, a la vez que se protege la competitividad de la economía europea y se promueve la cohesión dentro del continente europeo con una transición que tendrá que ser socialmente justa. Esta agenda tendrá que llevarse a cabo en un contexto geopolítico cada vez más complicado, una mayor competencia industrial a nivel global y menos recursos públicos.
Las principales grandes potencias como Estados Unidos y China ven la descarbonización como un activo competitivo tanto a nivel estratégico como económico y han logrado reconciliar apoyo a la industria verde, tanto en el control de los minerales y materiales críticos como la fabricación de bienes como paneles solares y baterías.
Para Europa, esta apuesta es más urgente por la ausencia de independencia energética. Además de crear un mercado con demanda con bienes que llevarán a la descarbonización (la demanda), Europa deberá asegurarse una industria competitiva que produzca estos bienes (la oferta). Definir el nivel de apoyo y a que sectores en este entorno global ultra-competitivo, utilizando de manera innovadora todos los instrumentos (comerciales, regulatorios, fiscales...) serán cuestiones claves.
España está lidiando esta transición al ser un país que ha avanzado rápidamente en la descarbonización, con un alto porcentaje en el mix eléctrico. El nexo verde-competitividad es especialmente importante para España, dado su fuerte posicionamiento en el despliegue de renovables. El reto es continuar demostrando su impacto positivo sobre el conjunto de la economía con precios más asequibles de la energía.
En la próxima década, si España es capaz de hacer las inversiones necesarias para adaptar el sistema a la electrificación de la economía y acelerar el despliegue de fuentes de generación de menor coste, su mix eléctrico puede suponer un choque de competitividad positivo debido a los precios más baratos de generación renovable.
Los principales desafíos que afrontará la política energética europea en los próximos años y cómo pueden ser abordados para asegurar que la transición energética siga siendo un motor de competitividad en resumen son:
1.
Implementar las Políticas de Descarbonización - el paquete Fit for 55 - y diseñar y adoptar un nuevo ciclo legislativo con el horizonte 20n40
2.
Presentar una agenda de asequibilidad de precios de la energía con un marco armonizador de medidas entre Estados miembros protegiendo el mercado interior y la transición justa.
3.
Promover una mayor participación del sector privado en una agenda de inversiones (con menores recursos en el presupuesto europeo y sin Next Generation EU).
4.
Desarrollar una diplomacia energética más efectiva que promueva la descarbonización, reglas globales y la seguridad de suministro al servicio de la competitividad.
5.
Promocionar la competitividad de la industria verde (clean tech) europea desde la perspectiva de la seguridad económica.
6. Profundizar la gobernanza europea en el sector de la energía.
La UE debe concentrarse en aquellas áreas donde posee ventajas competitivas:
- Liderar en I+D en tecnologías emergentes como la energía solar avanzada, almacenamiento de energía, hidrógeno verde y la economía circular.
- Aprovechar la experiencia europea en eficiencia energética y construcción sostenible.
- Utilizar la influencia normativa de la UE para establecer estándares globales que beneficien a las empresas europeas.
Para promover la competitividad del sector industrial verde, la Comisión debe utilizar todas las herramientas disponibles:
-Política industrial: implementar estrategias industriales que apoyen la cadena de valor completa de las tecnologías limpias, desde la investigación hasta la fabricación y el despliegue.
-Política comercial: negociar acuerdos comerciales que faciliten el acceso a mercados internacionales para las tecnologías limpias europeas y protejan la industria local de prácticas comerciales desleales.
-Política de competencia:
asegurar que el marco regulatorio promueva la innovación y evite la concentración excesiva de mercado que pueda sofocar el crecimiento de nuevas empresas.
-Instrumentos financieros: desplegar fondos europeos y mecanismos de financiación verde para apoyar la investigación, desarrollo y escalamiento de tecnologías limpias.
-Educación:
invertir en programas educativos y de capacitación para desarrollar una fuerza laboral cualificada en el sector de industria verde.
En conclusión representa una oportunidad única para que Europa mantenga su competitividad en la economía global, al mismo tiempo que aborda el desafío urgente del cambio climático.
No se debe perder de vista que vivimos en un tiempo convulso desde el punto de vista geopolítico. La experiencia de los últimos mandatos ofrece ejemplos constantes de crisis inesperadas. Mantener el rumbo a medio y largo plazo de una manera flexible y creando consensos de manera pragmática será imprescindible.
Será muy importante en el próximo mandato no cambiar el rumbo y ligar la agenda energética a las grandes políticas de la Comisión:
de la competitividad a la seguridad económica. La UE deberá demostrar que está en el camino correcto de descarbonización. A la vez, la próxima fase de la política energética europea deberá enfocarse en conjugar la transición energética con la competitividad, asegurando un futuro próspero y sostenible para todos sus ciudadanos.